La movilidad era una de las características de las tropas de Morelos. Él mismo evitaba estar en un lugar mucho tiempo. La guerra hacía penosos los días de tránsito alejados de los pueblos, villas y ciudades. Pero las jornadas del caudillo y sus insurgentes no eran desordenadas: la prevención era fundamental para sobrevivir. Es por ello que Morelos siempre buscó los caminos de las sierras, llegar a acampar en sitios que no le representaran una trampa al momento de una emboscada sin que tuvieran una ruta de escape. Un pequeño número de allegados y una recua pudieron ser su equipaje personal, moviéndose a cierta distancia del grueso de sus tropas.
Apostaba vigías que notificaban de la presencia de tropas realistas antes de tomar una decisión y orientar sus pasos. Después de que se le quitó el mando directo de su ejército, en 1814 y 1815, aprovechó su experiencia juvenil como arriero y atajador, y sabía que una avanzada era necesaria para encontrar sitios de descanso de hombres y bestias. Lugares protegidos y aguajes de difícil acceso debieron ser los puntos destacados de sus mapas. Ello le permitió defender a los miembros de la Junta insurgente