Esta pregunta resuena desde el principio del acontecimiento que encabezó. La formularon sus correligionarios, quienes atestiguaron y documentaron sus acciones; y también sus enemigos, que fueron implacables. Después la repitieron varias generaciones de historiadores afectos a sus ideas, pero también los que han sido sus opositores. La plantearon sus contemporáneos, sorprendidos de que él solo trazara con tanta seguridad el camino de la independencia nacional, entre las sombras de una sociedad acostumbrada a las medianías del ingenio y la obediencia sin discusión, a las pobrezas generalizadas y al conformismo. ¿Cuál es el secreto de la historia, al mismo tiempo creadora y creatura de sus protagonistas? ¿Qué mecanismo es el que cambia el destino de una sociedad pasiva por siglos?, este mecanismo fue movido por la mano de un hombre. ¿Cómo fue que alguien en extremo humilde y sin preparación se desdobló, de manera súbita, hasta convertirse en el personaje más importante? Su tiempo vital apareció como una centella; el efecto se ha medido en siglos.
Han pasado poco más de 200 años desde que el enigma se dibujó. La respuesta es imposible; pero sí es legítimo volver a asombrarse: el ser humano es incalculable. Hoy, como ayer, la figura de José María Morelos se traza con una energía sorprendente y ejemplar. La pregunta sigue viva.