Durante los cuatro meses que duró la guerra que acaudilló Miguel Hidalgo, se hicieron públicos tres decretos que prohibían la esclavitud. Se ordenaba la inmediata liberación de los esclavos para que pudiesen gozar de los mismos privilegios que los hombres libres, a quienes no cumpliesen esta disposición, se le confiscaban los bienes y se les extendía pena de muerte. Se prohibía comprar o vender esclavos ni escriturar la propiedad sobre personas “por no exigirlo la humanidad ni dictarlo la misericordia”, entre otras disposiciones.
El 29 de noviembre de 1810, en Guadalajara, Miguel Hidalgo decretó:
Que siendo contra los clamores de la naturaleza, el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no sólo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también por lo relativo a las adquisiciones; de manera que conforme al plan del reciente gobierno, pueden adquirir para sí, como unos individuos libres al modo que se observa en las demás clases de la república, en cuya consecuencia, supuestas las declaraciones asentadas deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días so pena de muerte, que por inobservación de este artículo se les aplicará.