El sitio de Cuautla no podía durar más tiempo. Morelos dio órdenes precisas, para evitar la desbandada general. Hizo guardar silencio el 29 de abril de 1812 a las 7 de la noche. Las órdenes fueron tajantes: la obediencia resultaba fundamental para sobrevivir. Dispuso que “las lumbradas de los baluartes estén gruesas. Que detrás de la avanzada vayan zapadores con herramientas. Síguese la vanguardia de caballería. Luego media infantería. Luego el cargamento de artillería. Que se den velas dobles y se vendan las sobrantes y el jabón. Que repartido el pie se dé a cada enfermo un peso y la mitad del sobrante se traiga. Que se junten cuarenta mulas, y si no hay que se reduzcan los cañones. Que se repartan los cartuchos de cinco paquetes; dos tiros y clavos”.